«Senti come viene giù...»
Estoy
convencido plenamente de que la música, sería solamente un montón de ruido a no
ser por el vinculo que conecta eso que oimos, con aquello que sentimos.
¡Negrita!
Piccolina!
Stellina mia!
Te siento al hablarme en silencio. Escuchándote cuando me lees con tu voz interior tan clara y tan alta. Empiezo, al querer
decirte qué, lo que hace el encanto de leer cuando a uno le escriben. Es imaginarse como suena la voz de la otra persona pronunciando nuestro nombre en nuestro interior.
Como pronunciar o dictar vocablos en otro idioma. Lo sé y lo entiendo. Lo
entiendo tan claramente como el poder de decirte: In Lak' ech, Hala Ken.
Entiendo que a
veces queremos decir todas las palabras contenidas en todos los idiomas de
nuestro universo interior y que existe una especie de red o de filtro que va y atrapa la mayoría haciéndonos creer que nos hemos quedado incompletos al expresarnos.
Esa red que se teje sola, haciéndose más grande aún cuando queremos decir lo que sentimos, en persona. Con nuestra
propia voz.
Creo que por ello, el Demiurgo nos dió el cuerpo. Para que con la sensible piel de nuestras manos leamos donde no hay letras. Que con los vellos de los brazos que como antenas detectan la más leve brisa nos preparemos a defendernos ó que con el nudo que se hace en la boca del estomago sepamos que viene algo que desconocemos. Y en la vorágine de sensores, podamos detectar otras cosas que escapan a los cinco sentidos donde son ciegas nuestras miradas.
Y... ¡Vamos!
Aunque uno diga azúl, la otra persona entienda "cielo".
Y te intento comprender. Quisiera poder leerte como a la fragante página
impresa de un libro viejo, pero casi nunca cargo mis anteojos de adivino en el bolsillo.
Quisiera abrirte las páginas. En una lectura que avance, sin pausas.
Leerte las sonrisas de las noches, a las que les tomo un screenshot mental que tengo archivado en la
carpeta más encriptada de mis pensamientos. Un folder vacío que lleva solamente tu nombre.
Tienes razón también cuando dices qué no es fácil "llegar y hablar".
Tampoco es fácil venirse y quedarse callado. Sin gemir o pujar para que no nos oiga tu mamá.
Por momentos, siento que lo que uno construye con su tiempo, se derrumba y se pierde entra las ruinas del orgullo y el silencio.
Entre lo que se piensa y se dice, hay un poco de mentira ó invento que se pega en el camino.
Y mientras los dos, esperan a que el otro se conecte telepáticamente uno con otro, es justo en ese
momento en el que las palabras se enredan. Para comprender mejor cual es exactamente la intención o el mensaje que el uno ó la otra quiso transmitir.
Pero, ya me hice bolas. Viéndote mover la pierna derecha, distraído con la vista de tu muslo. Ahora ya no sé si te sientes cómoda platicando ó simplemente quieres desvestirte.
Le doy vistazos ocasionales a tu mirada fija en mí. Casi me intimida, cuando diriges la mirada de un ojo al otro, como queriendo compenetrarte conmigo.
¿Qué se le perdió aquí adentro pues, señorita?
Si tan sólo supieras la gran maestria, que se necesita para que mi mente, también esté ahí en ese momento con nosotros.
No
necesito que actúes hostilidad ni de ningún drama. Porque no puedo acompañarte en ambos.
Te observo allá a lo lejos, desde que noté que me viste acercarme por la esquina en donde estabas con tu grupo de amigas.
Y me quiero imaginar que te sentí. Sentí tu emoción al verme apareciéndome de vuelta en tu vida.
Debes saber que no tienes nada de qué disculparte
conmigo.
A veces me gusta pensar que así soy yo. Otras veces, creo qué los perdones y los permisos se me acabaron, los dejé tirados en otra vida y no me alcanzan para esta época tan moderna.
Reconozco que ya casi no tengo tiempo para perderlo.
Cuando
sientas tú también que te ahogas en la incertidumbre del futuro.
No te preocupes. Pues, te acabo de demostrar que me sumergiría yo por tí hasta el fondo de tus naufragios para llevarte oxígeno fresco y así renueves el aire viciado que respiras.
A quién no le encanta que le digan que uno rompe el lazo que está amarrado a los pies del otro. Pensarse sobrenatural e insumergible. Donde no haya titánica piedra que le hunda. Llenos de ilusión también pensamos en que dirémos «¡Vamonos para la casa!» y encontrarnos ahí abrazados.
Parecemos fantasmas flotando sobre la realidad de nuestros deseos.
¿No te ilusiona? Sentarte en una mesa, donde puedas decir: aquí está mi guía, mi maestro, mi
confidente, mi cómplice, mi consejero, mi servidor. Aquí está mi alguien que lo
daría todo por estar conmigo, mi valiente qué sin el miedo a perderlo todo me
rescata...
¡Mi figura paterna! ¡Mi "papá"!
¡Mi William! ¡Mi "Wili"!
Aquí está este hombre, extraordinaria e innecesariamente romántico. Sacándo fuerzas de inmadurez y...
¡Aaargh! ¡Como te necesito!
Contigo veo eso, aunque me cueste comunicarme. Por ejemplo, como cuando te digo:
—Esta serie, está cómo
romántica, ¿verdad?—
Cuando en realidad, lo que yo quiero decir es:
—¿Estos románticos podriamos ser tú y yo verdad?— Luego, venir tú y responderme:
—¿De pareja?—
Luego, escuchar tu voz dentro de mi mente, diciéndome por telepatía:
—¿Somos nosotros
verdad?—
Y yo responderte con las artes de la alquimia y la psicomagía:
—¡Simón!— a secas.
—¡Simón!— a secas.
Pues esa es la felicidad a la que me motivaba ella. Como en revolución de
constelaciones que se alinean en el psicocosmos para conformar esta lattice de la realidad que nunca sucederá.
Las
pequeñas cosas del día contigo.
El hilo de la ilusión que te ha traído hasta aquí y que por supuesto a mí también me gustaría...
«Beber y vivir hasta encontrar la
informalidad...»
Y es así como quise responderte ántes de que me dieran las 6:36 PM de
hoy y se cumplieran las 24 horas que me pusiste de ultimátum para responderte.
Después de todo, sólo fui una breve convergencia de interacciones en el lattice de tu campo neuronal.
«Piove, senti
come piove...»
0 MIS VALIOSOS LECTORES
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