Con pétrea y férrea voluntad,
que al soplar destraman,
las hebras claras de estos recuerdos,
en el lienzo de mi mente,
donde tejía frondoso el manto de tu piel,
de intenciones pardas,
como las sombrías crespas de tu crin,
hoy el viento ha hecho harapos esta vela.
Libélula de agua,
que con tus crisoladas alas vuelas,
inmutada contigo hasta la noche larga,
cargada,
de tus desvanecidas ilusiones,
haladas por el aletear del alma,
soltando recuerdos,
cada vez que tu impronunciable nombre suena.
Ilusionada por encontrar tu ancla,
remolcaste el navío,
en la oscuridad del horizonte a tientas,
arrastrada por tus vientos orgullosos,
a la encalladura de un mar que no tiene fondo.
Y remaste,
batiendo las aguas con palabras tristes y simples,
batiendo las aguas con palabras tristes y simples,
que fulguraban esta roja verdad que te desgrana:
La ausencia de mi reflejo en tus olas.
Con fuerzas,
cada espejo y bocarada de espuma,
arrancaron tus vestidos,
arrancaron tus vestidos,
ahora,
que es muy tarde para andar con el frío,
que te provoca tu tormento quejumbroso,
y has quedado desnuda
hasta del último hilo.
Los frenéticos besos,
que se ensartaron en ti como clavos oxidados,
fueron los alfileres calientes,
que te hundieron al fondo,
de las cargas pesadas del pasado.
Pequeños granos de recuerdos,
se elevaron,
en espirales de polvo marino,
al caer,
pesados,
emanando de la víscera incendiada,
del infernal naufragio,
de un sentir que ya no convino.
Tus pétalos que abiertos en par llamaban,
a esconderse,
en el incognito jardín entre tus piernas,
se amontonan hoy cual algas,
lamiendo los maderos,
de tu prohibido y falso muelle.
¡Quédate a tres relámpagos más!
Que resuene el lamento acústico de tus ues,
arrúllate con la ensordecedora tormenta,
que ablanda el lodazal solitario de tu mirada.
Camina descalza sobre las astillas afiladas,
que hiciste con la ruina de tus triunfos.
Antes de que algún recuerdo asome,
como olvidadizo fénix que renace,
de aquel sueño hecho cenizas para siempre,
el naufragio incendiario de tus íes,
el naufragio incendiario de tus íes,
mientras se hunden tus últimos ayayaes,
en el océano que todo me lo daba.