Tan certa,
que mi corazón entre en concierto,
palpitando andante per te.
Pálpito del cuore,
que
corre.
Yendo tras tuya.
Corro.
A la alerta del WhatsApp,
un mensaje entrante que dice: "escribiendo..."
Cien.
Ciento diez.
Ciento veinte caracteres.
Siento,
cuarenta y cuatro
latidos por minuto
y cien más.
¡Zas!
¿Acaso no ves que temblando está?
Mi entraña vibra,
por tocarte.
Por que mis
letras te alcancen
y hagan contigo,
lo que mis manos tropiezan a expresarte,
para no morir,
yo también,
arrinconado en una esquina de la página,
de las entradas olvidadas de tu diario.
El deseo por sentir,
tus nerviosas llemas,
abriéndose brecha,
entre las microscópicas palmas victoriosas,
en las que se convierten,
el surco de mis vellos,
descendiendo,
desde el ombligo.
desde el ombligo.
Donde tus dedos,
se deslizan,
con la soberbia voluntad,
de la naturaleza libre que te guardas,
entre los anaqueles de mi mente,
y que con sensual andar rigidizan,
cual Medusa,
el centurión que encuentran a su paso.
Moviéndose también a hurtadillas,
mis dedos,
de la ene a la a,
presionando con fragilidad cada tecla de tu nombre.
Las mil ciento once curvaturas de mi huella digital,
advierten tu lejana carne.
¿Lo sientes tú también?
¿Ó soy llamarada solitaria?
¿Dime?
A que también a ti,
te da una trémula taquicardia,
al responderme.
Allá igualmente,
se encienden las alarmas,
que alertan,
de las vivas células,
que despiertan.
Al verme haciéndome incendio...
¡Mi ruach!
¡Mi fuego imbatible!
¡Mi llama interior!
Inextinguible...
Al verme haciéndome incendio...
¡Mi ruach!
¡Mi fuego imbatible!
¡Mi llama interior!
Inextinguible...
Casi perpetua...
Que constantemente arde en duda,
allá a lo lejos,
preguntando.
Que si tal poesía es cierta.