Di certo é vero,
que mi corazón entra en concierto,
palpitando andante per te.
Il cuore mi batte forte.
Corre,
va tras tuyo como yo.
Que corro,
a tocar la búrbuja del WhatsApp,
de un mensaje entrante,
que dice: "¿cómo sé qué es cierto?..."
Tu duda, me ha dado justo en la sien.
Cien.
Ciento diez.
Ciento veinte caracteres.
Siento,
cuarenta y cuatro
latidos por minuto
y ciento más.
¡Zas!
¿Acaso no ves que irradiando estoy?
El teclado vibra,
conmigo.
La pantalla se alumbra como mis ojos abiertos.
Para que mis
letras alcancen,
el brillo de tus pupilas,
con las palabras,
que mis manos aprietan incendiadas.
Para no extinguirme,
yo también,
arrinconado en una esquina de la pantalla,
ó en los pixeles apagados de tu olvido.
Las teclas desearían convertirse,
en lo que mis nerviosas llemas les dictan,
abriéndose misteriosamente,
en una valla,
como la que transforma,
el surco de los vellos,
que te bajan,
desde el ombligo,
desde el ombligo,
haciendose bosque y bruma.
¡Que entre el caballero!
¡Que se siente la reina!
Mas adelante,
tu deslizante mano,
impera,
con agitada voluntad,
su naturaleza que salpica,
hasta llenar,
mis lagunas mentales.
Pequeños charcos,
donde han flotado tus recuerdos,
como barquitos de papel,
camino al tragante.
Con tu caminar,
bamboleando,
ese culito de pantera,
lentamente,
de un lado a otro,
emulando el baile de la llama,
de una veladora,
que tengo prendida,
allá en el fondo de mi cuarto.
Oscuro y silencioso.
La proyección de tu sombra,
en mis paredes,
me petrifica,
cual Medusa,
al centurión,
que sorprende a su paso.
Bañándote desnuda en la penumbra.
Como guardando un secreto.
Donde las palabras,
se forman,
también a hurtadillas.
Con los dedos,
enrulo mis pensamientos
al dibujar las curvas que conectan,
la constelación de tu nombre,
de la ene a la a.
de la ene a la a.
Las galaxias van girando sin cesar.
¿Las viste?
¿Las chispas que va dejando detrás el cometa?
¿Dime?
Quisiera saber si a ti también,
como a mi,
te da una rítmica taquicardia,
al contestarme.
¿Allá? ¿Igualmente?
¿Se encienden las alarmas,
que alertan al cielo,
como estrellas,
que despiertan?
Un incendio sideral.
¡Mi ruach!
¡Mi ruach!
¡Neshamá!
¡Mi fuego imbatible!
¡Mi llama interior!
Tan combustible fue la hoguera de tu amor.
¡Mi fuego imbatible!
¡Mi llama interior!
Tan combustible fue la hoguera de tu amor.
Que no necesitó del fuego.
Y en esa ausencia,
ardimos sin duda,
allá a lo lejos,
preguntándonos,
los dos.
¿Qué tal? Si la poesía era cierta.
